6 de abril de 2009

it´s too much, too bright, too powerful

Dos pulmones, un aductor izquierdo, una pantorrilla derecha, la garganta, la laringe, ambos tímpanos -eso fue lo que perdí en el Quilmes Rock del martes 24 donde, por primera vez, Radiohead tocó en la Argentina.
Llegamos cerca del ocaso al Club Ciudad de Buenos Aires, a eso de las seis de la tarde, a tiempo que La Portuaria nos entretenía con un par de canciones más. Al pisar el césped (o el conjunto laminado de plástico que recubría toda su superficie), percibí un aire denso, el típico que emanan los matorrales cuando son castigados por la humedad. Luego pude vislumbrar una larga fila de puestos de comida chatarra, apostados a lo largo del lado Este del campo; en ellos, la gente se apiñaba a fin de que menguaran, al menos un poco, los ruidos gastrointestinales, en unos quizá provocados por los efectos de la larga espera y en otros, sin dudas, productos de una alienada gula.
Me siento, me prendo un pucho. A diestra y siniestra, la mayoría hace lo mismo a excepción del cigarro: hubo mucho más césped que el del piso. Mi hermano y mi primo me imitan, toman asiento. Una vista panorámica me permite distinguir a las cien mil subculturas que concurrieron; desde darks, emos y alternativos, hasta rolingas, skinheads y floggers. De tanto en tanto se mechaba algún que otro mayor de edad -y con esto me refiero a personas mayores de 40.
La Portuaria dejó súbitamente el escenario; los diez fanáticos que fueron a verlos también se fueron súbitamente. Una lástima. Tal es así, que la gente quedó en silencio largo rato. Mentira. De pronto, todos comienzan a pararse; aún faltaban más de dos horas para que Radiohead tocara en el horario estipulado. Un leve atisbo de esperanza de mi parte es fulminado como un rayo cuando, luego de tanto escándalo y expectación innecesarios, aparecen cuatro sujetos vestidos a la usanza de la película Tron. El chiste no se hace esperar: «¿Alguien vió la película Tron? No. No. No. No. No. Sí, digo no»
Los teloneros se hacían llamar Kraftwerk y Wikipedia los define como «... un grupo musical vanguardista alemán decisivo para el desarrollo de la música electrónica...». Lo único que puedo afirmar acerca de la descripción de Wikipedia es que, en efecto, era un grupo de alemanes. Con cuatro teclados, tocaron una pieza chirriante y monótona detrás de la otra, durante aproximadamente una hora. No contentos sólo con la "música vanguardista decisiva", volcaron la interpretación de sus "letras" sobre las dos pantallas gigantes que custodiaban los flancos del escenario; allí, uno podía apreciar el gran juego jeroglífico de los germanos de su exitosa primera canción Machine:

Machine
Machine
Machine
Machine
Machine
Machine
Machine

Basta con seguir la negrita para elogiar todo el poderío de su creatividad. Claro que, semejante inicio era para mí inesperado, y no pude contenerme las ganas de reír. Al principio eran risas por lo bajo -no era mi intención ofender a sus fanáticos. Al finalizar la segunda o tercera canción, la secuencia de imágenes culminó con un dibujito de una laptop con la leyenda «Computerworld» y bajo el apabullante éxtasis del logo que creaba en todos sus seguidores, uno de ellos clamó: «¡Qué bárbaro!» Fue la primera vez en la vida, que me era más importante carcajear a que me cagaran a trompadas. Por desgracia lo último no ocurrió; eso sí, Kraftwerk siguió con lo suyo y nos iluminó con una canción de índoles conspirativas que decía así:

Interpol
Deustche Bank
FBI
Scotland Yard

Al margen de la rima, la letra me invitó a pensar que todas las agencias de inteligencia financian sus operaciones clandestinas a través del Deustche Bank. Si es así, Polizei, investigue por favor. Los totally gay Nordic dudes o Kraftwerk, como gusten llamarlos, concluyeron si mal no recuerdo con el más popular de sus temas: el de la propaganda de Gancia. Un efecto electrónico emuló el sonido de una botella que se rompe y, al cabo, reverberó un avispado comentario: «Se te rompió el Gancia, che»
Faltaba poco. Los germanos habían huido a su madre patria sin pena ni gloria, y nosotros esperábamos ansiosos la presencia de Radiohead. Packt like sardines in a crashd tin box parecía la descripción perfecta de cada uno de los espectadores; mientras buscaba aire, una elefanta tatuada y con más piercing en el cuerpo que una protagonista de una película sadomasoquista, se prende un caño y me tira de lleno al rostro toda la loza de la primera pitada. Lo bueno de un fumador es que no necesita fumar en los recitales; hay humo por todos lados.
Estaba a unos quince o veinte metros del escenario; ya había perdido de vista a mi hermano y a mi primo. Unos muchachos detrás mío amenazaban: «Cuando salgan, empujamos para adelante. Vas a ver que en la tercera o cuarta canción vamos a estar adelante de todo». A mí, me dije, no me van a empujar. Prorrumpieron gritos y Radiohead salió; traté de no tentarme y ponerme en puntas de pie. Si lo hacía, los de atrás me iban a arrasar como pasto de cultivo. Pero ellos fueron más inteligentes; arrasaron como pasto de cultivo a la minita que tenía a la izquierda y ello abrió una brecha que aprovecharon despiadadamente los que estaban a mi derecha. Esto me sorprendió y me dejó en medio de un remolino; y mientras comenzaba 15 Step y el delirio era ya generalizado, yo canturreaba a tiempo que una marejada violenta de gente me sacudía de todos lados. Cuando me acomodé, 15 Step había terminado y mi distancia al escenario era ya considerable.
Las pantallas gigantes me devolvieron las manos del baterista Phil Selway agitando un tambor, que no era más que la introducción a There There. Jamás pensé que la tocarían; ni el público tampoco, porque cantamos todos a coro In pitch dark, I go walking in, tapando parcialmente la voz de Thom. Allí perdí un pulmón.
La segunda mayor explosión se produjo con Jigsaw Falling into Place, en la cual perdí el segundo de mis pulmones. Para ese entonces, notaba que mi garganta se cerraba a medida que mis cánticos se hacían más y más graves, en contraste al tono de Thom Yorke. Es evidente que no tengo madera de cantante.
Paranoid Android nos hizo bullir la sangre a todos y el kicking squilling gucci little piggy retumbó como debía. How to Disappear Completely fue dedicada a la memoria «... de los torturados, humillados y asesinados...», durante la dictadura militar del ´78 e interpretada de una manera tan maravillosa que me aplacó todos los ánimos. Tal es la ambivalencia que genera un grupo como Radiohead.
Yo ya no daba más. Y como si fuera poco, a estos tipos se les ocurrió tocar 2+2=5. Hijos de puta. Cantaba: it´s the devil´s way now, there is no way out, y nos prepárabamos, you can scream & you can shout, it is too late now. Y vino nomás el estribo: because, you have not been paying attention. Recuerdo el salto, recuerdo los tendones haciendo trac-trac trac-trac, recuerdo cómo empujaba a los que estaban a mi vera y cómo ellos me empujaban a mí, recuerdo arrojar la poca saliva que me quedaba. Al terminar, había perdido un poco el balance y tuve que buscar puntos de referencia a fin de no desplomarme sobre el suelo; no quería terminar como los desmayados que caían exhaustos delante del escenario. Las gaseosas, para colmo, me pasaban lejos.
Para Planet Telex y Creep, en el final, llegué con lo justo pero con la enorme satisfacción de haber estado allí, y de haber gozado hasta la médula todas y cada una de sus canciones. Podían seguir cinco horas más (tocaron dos), que no se iba nadie, que nos quedábamos sin hesitar. El espectáculo fue extraordinario aunque, debo decir, que a falta de mejores palabras para enmarcarlo, son más acordes las de ellos: it´s too much, too bright, too powerful.

1 comentario:

dijo...

Me encanta el diseño de tu blog. Llegué a el a través de una firma en Zeitgeist Argentina.
Ahora mismo no tengo tiempo de leer demasiado, pasaré nuevamente para ojear los textos.

Le dejo mis saludos.