27 de junio de 2012

unasureños en el diván - la destitución de Fernando Lugo

Toda psicología parece repetirse a lo largo y a lo ancho de la humanidad. Pueden vislumbrase ejemplos en los barrios donde pulula la miseria, atestiguarse en las más altas esferas de cualquier círculo aristocrático: las reacciones ante determinado desconcierto o hecho inesperado suelen ser similares. Tomar refugio, de forma premeditada o permitirse un exabrupto efímero mas, tomar refugio al fin.

Es curioso observar las susodichas reacciones de los neo populistas gobernantes sudamericanos frente a la destitución del ex presidente paraguayo, Fernando Lugo, a quien la gracia de Dios lo ha hecho cabal defensor del pueblo frente a la soterránea tiranía que supo cómo arrebatarle sus pantuflas sin derramar una gota de sangre. ¿Dije bien? Sin derramar una gota de sangre. ¿Qué clase de animal bruto, enfermo y lleno de odio a sí mismo, como lo es sin lugar a dudas el partidario de ultra derecha promedio, devora sin dejar sobras?

Esta obra canturrea de otra manera, más sutil. Y aún así, sin explicarse ni los cómo ni los por qué, los neo populistas gobernantes (hoy aglomerándose con ese estilo porcino bajo la bandera de la UNASUR) declaman a los cuatro vientos que en la República del Paraguay, otra de las tantas naciones de índole provincial, ha habido un golpe de estado y, consecuentemente, su nuevo gobierno no será reconocido.

De hecho, las medidas tomadas contra Paraguay de los demás países se acercan más un efímero exabrupto que a un plan premeditado para condenar tales consecuencias. Y de haberlo sabido de antemano, ¿por qué tanto silencio? Si en verdad los neo populistas gobernantes de Sudamérica conocían dicha inminencia, ¿no era su deber prevenir, informar, tomar acción?

Asumamos en principio que los neo populistas gobernantes no lo sabían, eran ignotos -como suele ser su estirpe, de distraído y torpe para vigilar su trono, pero dotados de un inigualable timing para nutrir sus haciendas. La reacción me resulta evidente: refugio, miedo. No suenan en sus voces timbres elaborados, fingidos, actuados, sino palabras de temor y desconcierto; a través de esa tosca y ejercitada fachada, si uno ha entrenado bien el oído, se filtra, trémula, la incertidumbre.

Y al unísono chillaron: "¡Golpe de estado!" Y nadie ha visto tanques desfilar por las calles de Asunción, soldados o rebeldes sosteniendo armas de asalto, corridas en las calles, arrestos o, siquiera, la palabra que define en última instancia un golpe de estado: violencia.

Imagino que el chanchullo paraguayo tiene otro dueño.

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