2 de diciembre de 2010

síntomas autobiográficos, 3ra parte

Quizá por el aburrimiento, un poco de curiosidad, un estado sombrío de morbidez enajenada o por una simple desesperación financiera, las yemas de mis dedos, raudas y lenguaraces, teclearon en Google «¿Cómo ganar dinero escribiendo?»
En respuesta, se me aparecen un sinnúmero de páginas con sus respectivos opinólogos, cuya pretensión de acercar sus conocimientos a la masa desinformada e ignota lindan, aún en el mundo real, con la larga fila de clérigos y doctos que promete soluciones rápidas, sencillas y con poco esfuerzo, al pelotudo de turno. Siendo yo, en ese instante, el pelotudo de turno, me dediqué afanosamente a leer los consejos de esta gente licenciada en el mundo de hacer dinero a través de internet y, si bien cada uno sostenía un método distinto, las conclusiones eran las mismas: sólo muy pocos logran alcanzar un nivel aceptable de ingreso, otros tantos se ganan unos centavitos para el colectivo y la mayoría pertenece a la vasta indigencia bloggera. A título de no satirizar a estas eminencias, se les reconoce el mérito de sincerarse en la última línea de sus párrafos y en letra pequeña, lo siguiente: «No, no se hace dinero escribiendo»
Uno de ellos, no obstante, experimentó un desliz al afirmar que escribir sobre situaciones personales, como sería por ejemplo llevar un diario, no sólo era inútil e improductivo para los fines comerciales de la página, sino también una práctica decadente y patética. Se debe dar por válido el primer argumento, pues la gente no suele tomar interés sobre la vida privada de un desconocido: "Hoy hizo un lindo día, mi mamá cocinó ravioles, había pajaritos en la ventana riñiendo por un pedazo de pan viejo y, después de comer, fui al baño, me senté y arrojé un mojón al inodoro. Lo evacué, por supuesto. No tomo nada más en serio que mi higiene personal". La vida privada sigue siendo la vida privada, y de ninguna forma debe estar obligada a despertar la curiosidad del otro.
Pero, de situaciones personales como las de echar un pedazo de excremento por el inodoro o la de atisbar dos aves peleando por alimento han nacido precisamente las letras y, más tarde, todos sus derivados, incluyendo la filosofía, la ciencia y, a no olvidarnos, los blogs que generan ingresos. Uno de los conceptos que he podido aprehender durante mis años de internauta es que el mundo virtual resguarda pocas excepciones con el mundo real: cualquier pelotudo, aunque sea el de turno, posee el derecho de proferir cualquier pelotudez.

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