Del otro lado del teléfono, la vendedora sonaba promisoria. De una aguda elegancia, su voz se comprometía fielmente con el proyecto de proporcionarle al cliente nro 288.388 una buena conexión de internet. Y si todos los servicios de los países tercermundistas fueran la mitad de eficaces de lo que dicen ser, ni el cliente nro 288.388 tendría razones para enloquecer, ni la vendedora se convertiría en una arpía embustera.
El cliente nro 288.388 finalmente enloqueció y recordó a la vendedora como a una arpía embustera.
Famosa por la publicidad en cuyo leitmotiv se ofrecía la posibilidad de salvar una especie en extinción mediante una serie de sugerencias conyugales, la compañía brindaba, día y noche, un servicio adicional en caso de algún desperfecto técnico. El cliente nro 288.388 había experimentado ciertas dificultades a la hora de observar videos y creyó conveniente informarles al respecto; así pues, luego de marcar una especie de código de barras de supermercado antes que un número telefónico, fue recibido por una retahíla de frases y opciones articuladas a través de una grabación, cuya lentitud ponía muy celosos a los creadores de la hora oficial.
La opción 1 era para la instalación del servicio en la nueva clientela, la opción 2 para la mesa de ayuda de los clientes activos o «servicio técnico», la opción 3 para administración, la 4 para los mestizos locales, la 5 para los mestizos extranjeros -bolivianos, paraguayos, peruanos, etc- y la 6 para los veteranos de las Islas Malvinas. El cliente nro 288.388 presionó sobre el 2, al cabo de lo cual se le abrieron nuevas opciones: la opción 1 indicaba servicio técnico del software, la opción 2 del hardware, la 3 del softhard, la 4 del hardsoft, la 5 del wareware y la 6 para la conexión. Apretó el 6. Se hizo un breve silencio que culminó con una nueva voz:
-Centro Odontológico San Justo, ¿hola?
Cortó. Marcó nuevamente y presionó el 2, y más tarde el 1. Un extracto de la novena sinfonía de Beethoven combinada con alguna tonada musical de la década del 80 prorrumpió en sus oídos. La pieza se interrumpía de a breves momentos seguida por otra grabación:
-Todos nuestros operarios se encuentran ocupados. Aguarde en línea y será atendido.
Luego de unos minutos, uno de sus operarios se desocupó:
-Mi nombre es Gerardo, ¿en qué podemos ayudarlo?
El cliente nro 288.388, pese a su impaciencia, relató el problema con la mayor parsimonia:
-Hola, sí. Mirá, Gerardo, los videos de las páginas se me entrecortan.
A lo que Gerardo replicó:
-Sí, dígame, ¿cuál es su número de cliente?
-288.388.
-Aguarde en línea, por favor.
-Sí, claro.
Novena sinfonía de los ochenta.
-Gracias por esperar. ¿Cuál era su problema?
-Los videos de las páginas se me entrecortan.
-Esto es servicio técnico de software. No tratamos ese problema.
-¿Y para qué me pedís el número de cliente, sabiendo que no me podés ayudar?
Cortó. Marcó nuevamente y presionó al azar una infinidad de veces. Novena sinfonía de los ochenta. «Todos nuestros operarios se encuentran ocupados. Aguarde en línea y será atendido». Rebuzno. Novena sinfonía de los ochenta. Pausa y en seguida:
-Danilo es mi nombre, ¿en qué puedo ayudarlo?
El cliente 288.388 volvió a rebuznar:
-288.388.
-¿Perdón? No le entiendo.
-Mi número es 288.388.
-Aguárdeme un segundo.
Novena sinfonía.
-Gracias por aguardar. Dígame su problema.
-¿Ustedes sienten alguna compasión por Beethoven?
-¿Cómo?
-No, nada. Te voy a contar mi problema, Danilo: yo crecí en la década del noventa, cuando, en plena pubertad, debía conformarme con alguna insípida escena de sexo de alguna película norteamericana o adivinar qué ocurría detrás de la distorsionada imagen de Playboy TV. Lo cierto es que me daba un poco de vergüenza rogarle a mis padres que pagaran pornografía, al margen de que mi padre fuese un aficionado a ella. Internet ha cambiado todo eso; ahora puedo ver cualquier tipo de pornografía, en el horario y lugar que yo quiera. El pajero de hoy está ampliamente cubierto e incluso, bajo determinadas circunstancias, feliz -le explicó-. Ayer en la noche, traté de reproducir una escena de un trío lésbico, pero la imagen se detenía durante diez segundos y continuaba a los quince, lo cual me dificultaba la tarea de saciar mis deseos masturbatorios y, todavía más, la posibilidad de una eyaculación. Tengo miedo por mi salud, Danilo. Yo no sé qué puede ocurrir con mis genitales o mi placer sexual si se ven suspendidos continuamente en su clímax. Y si se me estropea el pene, te voy a hacer a vos y a la compañía responsables. Sí, señor. Porque yo sé cómo funciona este sistema...
-Señor...
-¡Yo sé cómo funciona, te digo! A los clientes 277.377, 299.399 y a mí les quitan un pedazo de su conexión para el posible cliente nro 300.400, de forma tal que ni el 277.377, 299.399 o yo caigamos en la cuenta de que nos están estafando. Porque eso es lo que hacen todos, ¿no es cierto? Es una verdad universal: ustedes son estafadores. Y eso está bien. Cuando contraté el servicio, no esperaba otra cosa. Pero yo quiero ver la escena del trío lésbico sin que se entrecorte la imagen. No me importa lo que hagan; quítenle un pedazo más grande al cliente nro 277.377 o al 299.399. ¿Comprendiste, Danilo?
-Aguárdeme un segundo. Lo voy a comunicar con mi supervisor.
Novena sinfonía. El cliente nro 288.388 esperó alrededor de diez minutos por el supervisor:
-Sí, señor. Danilo me cuenta que tiene problemas con el video.
-Eso es correcto.
-Lo lamento, pero acá no tratamos ese problema.
Si todos los servicios de los países tercermundistas fueran la mitad de eficaces de lo que dicen ser, el cliente nro 288.388 no debería recurrir a los catálogos de lencería.
8 comentarios:
Suerte con el blog. Lo visitare amenudo. Saludos.
Gracias toto. Abrazos.
Muy bueno. ¿Vas a publicar la novela?
Mario
http://lamentedesnuda.blogspot.com/
Es un tema delicado el de la novela. El año pasado la presenté al concurso de Clarín y no pasó nada.
Y publicar solamente 200 ejemplares me puede costar poco más de 5 mil pesos.
Así que, a menos que robe un banco en los próximos días, lo veo difícil jaja.
Gracias mario por el comentario. Después me paso por tu blog. Abrazos.
¿Y por qué no la vas publicando por capítulos en el blog?
Rayes que uno tiene, ¿viste?
Me ha gustado mucho el post, tiene un cierto humor ironico, suerte con el blog
Gracias por el comentario, dicsociable. Y sí, tiene un humor cargado de ironía, pero no tan refinada, sino más ácida.
Un saludo!
Publicar un comentario